El arte nos ayuda a afrontar la vida cotidiana, fomenta el incremento de la autoestima, el desarrollo de recursos personales y, por lo tanto, la aptitud de resolver los problemas de manera creativa.
El acto de crear es sanador de por sí. La creación sanadora radica en trasformar la vieja alfombra llena de polvo de nuestra casa, en una alfombra voladora.
La creación artística es uno de los medios más antiguos para aliviar al ser humano. La distancia que proporciona el acto creador permite a la persona acercarse más a sí misma y visualizar con mayor claridad sus aspectos dañados o escondidos. Tener algo (un dibujo, una escultura, un papel dramático, una canción...) donde ampararse es un vehículo potente en la expresión. Tiene un efecto de protección y liberación al mismo tiempo.
El gesto creador corre paralelo a la historia universal y el hombre siempre lo utilizó como medio para expresar sus miedos, alegrías, conflictos y esperanzas. El teatro, por ejemplo, es un acto social, una demostración clara de la facultad del ser humano de empatizar e identificarse con los demás.
El mundo de la creación es un mundo de acción donde los participantes toman un papel activo. Las personas actúan, dibujan, se mueven, juegan, cantan, crean cuentos y mucho más, en una forma totalmente espontánea sin los bloqueos de la vida cotidiana. La creación sincera del momento puede permitir un salto a la imaginación y la exploración sanadora.
La creación artística favorece la expresión de las emociones, ayuda a resolver conflictos, fomenta la capacidad de asimilar sentimientos de toda clase como el miedo o la ansiedad, mejora la percepción corpórea equivocada, la sensación de soledad y la timidez, estimula la intuición, la espontaneidad y la imaginación, incrementa la alegría de vivir…