El duelo es un proceso natural de cicatrización necesario para el restablecimiento de nuestro equilibrio interior. Se produce solo, en todos los seres humanos, después de la pérdida de un ser querido.
Podemos comparar este mecanismo de nuestra mente a lo que hace el cuerpo cuando ha sufrido un traumatismo como por ejemplo la rotura de una pierna. Aquí también la cicatrización es un proceso natural.
La cuestión es ¿de qué forma vamos a cicatrizar? En el caso de la pierna, ¿vamos a dejar que los huesos y los tejidos se vuelvan a juntar al azar, de cualquier manera, o vamos a darnos los medios, aunque requiera tiempo y nos duela mucho, para que la pierna se cure correctamente?
El trabajo de duelo permite canalizar el sufrimiento y avanzar hacia la cicatrización real de la herida interior.
- Reconocer la realidad del fallecimiento de la persona desaparecida
- Vivir las emociones del duelo: Reconocer las emociones y expresarlas
- Desarrollar nuevas habilidades y reconstruir aspectos del mundo interno dañados o necesitados de fortalecimiento
- Preservar de forma adecuada el lazo con la persona fallecida
- Desarrollar otro modo de vincularse al mundo y al otro
El trabajo de duelo requiere tiempo. Suele tardar de uno a dos años, y en ocasiones varios años más.
El proceso de duelo genera en nosotros un estrés crónico que repercute directamente en nuestra salud.
Nos encontramos a la vez exhaustos y muy agitados, confusos, padecemos varias enfermedades debidas a la bajada de nuestro sistema inmunitario, perdemos el apetito, digerimos mal, nos cuesta concentrarnos, nos falla la memoria… todo esto es normal. Se trata de una reacción biológica del cuerpo.
Otro aspecto del trabajo de duelo es que hacernos más conscientes, nos ayuda a desarrollar nuestra capacidad de gestión del estrés.
Eres más consciente que antes
de lo que es importante
y lo que es trivial.
Tu ser querido vivió.
Pero tú aún estás vivo.
¡Vale la pena esperar al futuro!
H. David Thoreau